jueves, 7 de junio de 2007

JUAN CALVINO, POR ERICH KÄHLER

Historia universal del hombre. México, FCE, 1981, pp.327-335.

Juan Calvino nació en Noyon, en Picardía, el año de 1509 y fue educado en la familia de un noble francés. En 1523 le enviaron a París al Collége Montaigu, donde seguía sus estudios, casi en la misma época, el fundador de la orden de los jesuitas, Ignacio de Loyola. El mismo instructor español los educó a ambos. Cuando se estudia la doctrina y la obra de Calvino tienen importancia especial estos tres hechos: su nacionalidad francesa, el medio aristocrático en que se desarrolló su juventud y sobre todo, su educación por el mismo maestro que enseñó a Loyola. En el lado protestante, Calvino es la contrapartida perfecta de Loyola, que encabezó la Contrarreforma. Es el único que hasta la altura de los jesuitas, el único capaz de igualar sus cualidades. Debido a ello, y porque el espíritu de los tiempos estaba de su parte, Calvino salvó la causa protestante.

Empezó con estudios teológicos y más tarde se dedicó al derecho se familiarizó con los escritos y las enseñanzas de los humanistas que con sus criticas reforzaban la oposición a la iglesia. En este periodo, la cultura humanista representaba un papel similar a la de los literati de la Ilustración en el siglo XVIII antes de la Revolución Francesa. Sin dar el paso decisivo socavaron el sistema establecido y, lo mismo que en el siglo XVIII, la sociedad y la nobleza francesa, siempre despiertas a las modas intelectuales más avanzadas, flirtearon con las nuevas ideas hasta que éstas adquirieron gravedad. Los escritos de Lutero eran leídos y comentados con pasión.
El primer plan de Calvino consistía en realizar una purga general, una regeneración profunda de la iglesia católica a la manera de los humanistas, en especial de Erasmo de Rotterdam pero súbitamente, en 1533, tuvo una gran revolución, una experiencia parecida a las inspiraciones de los profetas, conversos y reformadores religiosos que le habían precedido, desde Pablo, Agustín Pedro Valdo y Lutero que fue herido por el rayo, a la de Zwinglio, que estuvo a punto de morir de peste. “un súbito rayo de luz —escribe Calvino— me hace comprender ahora después que mi espíritu a estado preparado desde hace mucho tiempo para dar una gran prueba en qué abismos de errores, en qué profunda inmundicia he estado sumergido hasta ahora. Por eso hice, Señor, lo que era mi deber y alarmado, y condenado con lagrimas mi vida pretérita, emprendí tu camino”.
Después de haber proclamado los principios evangélicos en un discurso pronunciado en la Sorbona en el Día de Todos los Santos de 1533, tuvo que huir al sur de Francia y poco después marchó a Basilea, en Suiza, para reanudar sistemáticamente sus estudios teológicos. El resultado de esto fue un libro que sentó los principios fundamentales de su doctrina, las Christianae Religionis Institutio, las “Instituciones de religión cristiana” que es el primer sistema de teología protestante. Ni Lutero ni Zwinglio presentaron sus principios formando un sistema teórico coherente. Aun Melanchton el teórico de luteranismo, no hizo sino dar argumentos y comentarios vagos. Las Instituciones de Calvino se publicaron en 1536 y fueron revisadas varias veces, su teoría cobró forma definitiva en 1540.
El calvinismo es una forma romanizada del protestantismo que lleva las huellas de la nacionalidad francesa y del carácter aristocrático de su creador. Es una mezcla curiosa de democratización protestante de la religión con una infusión del principio nacional y de las dotes aristocráticas para crear una élite. Se parece al jesuitismo en que se hace al protestantismo pragmático y político; introduce una disciplina fanática y una organización metódica de toda la vida individual y comunal de sus partidarios. El luteranismo reduce la religión al papel de una policía moral, que ayuda y sanciona la mucho más eficaz política del gobierno. El calvinismo, por el contrario, es una religión totalitaria que reclama dominio y control sobre todas las instituciones y actividades profanas. La preocupación religiosa inmediata lo abarca todo. Así, como tenía que abarcar la totalidad de la vida individual y comunal, las revolucionó de hecho, y al hacerlo, al inmiscuirse en los problemas sociales y políticos de su tiempo —en una forma opuesta a la del luteranismo— a un mundo secularizado.
La magnificencia y gloria de Dios es la médula de la teoría de Calvino. Su Dios adopta la forma personal de Jehová, el Dios del Antiguo Testamento. Jesús pierde importancia y la gana Dios Padre, la pierde el Nuevo Testamento y la gana el Antiguo. Y lo que se restaura con el calvinismo, sólo que con una interpretación mucho más radical y hasta aristocrática, es el antiguo concepto judío de Dios como gobernante personal omnipotente, del mundo y de éste como escenario de la gloria de Dios. En el judaísmo Dios no es un poder arbitrario, ha llegado a un acuerdo con el hombre y se ha comprometido a observar la ley. Se ha revelado y está en contacto constante con todos los seres humanos. En el calvinismo, Dios es un poder arbitrario, inescrutable en su arbitrariedad; su voluntad domina el mundo y su glorificación es la idea del mundo en su omnipotencia, ha predestinado desde un principio a la virtud y la salvación por “su piedad gratuita y con entera independencia del merito humano”, a otros los ha condenado al vicio y la maldición “por un juicio justo e irreprensible, aunque incomprensible”. Se toma como prueba de la predestinación divina el hecho de que no todos los hombres pudieran ser convertidos. Nadie está del todo seguro del grupo a que pertenece y, en todo caso, nada puede hacer por altera su destino.
Calvino va mucho más lejos que Agustín, Wyclif o Lutero pues lleva el principio paulino de la gracia de Dios hasta su límite extremo. Con su doctrina de predestinación integral causó un grave perjuicio al catolicismo que apelaba a la voluntad y el esfuerzo del hombre para poder lograr la salvación mediante buenas obras. Agustín había atribuido a la iglesia el poder de absolución. Lutero había admitido por lo menos la posibilidad de justificación por la fe pero si la predestinación es fija e irrevocable, si no puede obtenerse la salvación mediante la voluntad humana, la institución de la iglesia es minada en sus raíces mismas. La respuesta a Lutero fue que la fe no puede conquistar la salvación, y que el orden es precisamente el contrario: no habría fieles si no hubiera elegidos.
Así, la doctrina calvinista presenta vestigios de su origen francés, pues tienen un claro carácter nacional y aristocrático. Es democrática en el sentido que abole todas las diferencias de rango terrenal, social o jerárquico. Pero instituye una monarquía absoluta de Dios. Establece su propia aristocracia religiosa por nacimiento, élite religiosa de hombres puros y santos elegidos por Dios. Crea una nación y una nobleza religiosa. La palabra “nación” se justifica a este respecto porque la vida de estos santos no era religiosa de por sí, ni tampoco ritual, si no profana. Consistía en actividades profanas bajo un control confesional y moral.
Por tanto, el significado de la existencia personal ya no era la conquista de la salvación personal –que consistía hasta entonces al meta de todos los esfuerzos cristianos-, pues Dios ya había decidido quién se salvaría y quién no. Tampoco es la realización de un plan divino revelado, como en el judaísmo, de establecimiento o restablecimiento de un reino de justicia, paz y amor sobre la tierra. Aquí sólo existe el problema de la “gloria” de Dios y el despliegue de su magnificencia. Por su gloria se santifica al mundo profano y se ha de impregnar de santidad. Por consiguiente, no basta la fe interna del hombre, sino que ha de haber trabajo activo. Es cierto que el individuo no puede influir en su salvación, pero por la rectitud de su vida, puede comprobar si pertenece al grupo de los elegidos. A condición de que realice observando estrictamente las obligaciones morales y religiosas debidas, y si, en e esas condiciones, prospera en su trabajo, esto puede aceptarse como prueba de su salvación. En consecuencia, la riqueza y el bienestar son prueba de trabajo arduo y diligencia estar y puede considerarse como signo de estar en gracia de Dios. Por otro lado, la pobreza, que había sido respetada y aun exaltada por el cristianismo medieval y primitivo, llega a ser despreciable, se convierte en una prueba de ociosidad y vicio. Todo esto tendía a crear la reserva austera y la soledad del puritano, una desconfianza profunda de sus semejantes, y hasta del propio hermano, pues nadie podía saber el estado de gracia en el que el otro se hallase y si en el contacto con él podría acarrear el mal. Esto promovió el individualismo, pues cada cual podía tenía que cuidarse de si mismo. Se ordenaban la caridad y el trabajo para el bien común, pero no en beneficio del ser humano o de la comunidad humana, sino sólo para la gloria de Dios y mostrar la excelencia de su orden. Aparte de esto deben eliminarse todos los sentimientos e impulsos de justicia, caridad y compasión cuando esta en juego la majestad de Dios, y ni los elegidos y ni los condenados tienen derecho a quejarse de la injusticia.
Las regulaciones calvinistas de las actividades sociales y económicas eran severas y meticulosas, pero practicas. Calvino rompió con la condenación católica y luterana del comercio, la banca y el cobro de intereses. Hizo escarnio de la hipocresía católica que maldecía todas estas empresas en teoría y las estimulaba y explotaba en la práctica. También reconoció que ya era insostenible la posición luterana contra los métodos económicos contra los métodos económicos modernos. A esta preocupación le llevaron sus propias preocupaciones como líder de una comunidad burguesa en la cual el comercio representaba un papel importante. Quería gobernar toda la vida humana con su poder religioso, y así promovió abiertamente todas las actividades económicas y las declaró justificables, a condición de que se llevaran bajo su vigilancia y con las restricciones que él imponía. En 1611 un teólogo ingles escribía: “Calvino maneja la usura igual que el boticario el veneno”. Sólo está permitido el interés que es deseable para la producción, y aun así únicamente un cierto máximo establecido. A los pobres se les debe prestar dinero sin interés y se debe renunciar a la garantía. El deudor debe sacar de la operación una ventaja cuando menos igual a la que obtiene el prestamista. El préstamo no debería ser una profesión permanente y la búsqueda de ganancias no debes ser perjudicial para nuestro prójimo. El deudor debe sacar una ventaja de la operación cuando menos igual a la que obtiene el prestamista. Por otra parte, escribía Calvino en una carta: “¿Hay alguna razón para que las ganancias derivadas de los negocios no se han mayores que las que se obtienen de la propiedad de la tierra? ¿Cómo obtiene el comerciante sus ganancias? ¡Con trabajo, cuidados y diligencia!”. La acumulación de riquezas no sólo está permitida, sino prescrita. El hombre debe acumular riquezas para Dios de quien es administrador. Tiene que rendir cuentas de cada centavo tiene que economizar para Dios. Puede cambiara de profesión según le parezca si es capaz de servir mejor a la gloria de Dios en otro campo, y el hecho de que pueda hacerlo lo mostrará el aumento de sus ganancias. Pero es pecado disfrutar de las riquezas con una vida ociosa. Lo mismo que el hombre debe trabajar, así el dinero ganado debe permanecer activo mediante inversiones productivas. Los placeres frívolos, como el teatro, el baile y el canto se consideraban delictivos y punibles como tales en las comunidades calvinistas estrictas —como en Ginebra y Nueva Inglaterra—. La pérdida de tiempo uno de los peores de los pecados cada hora gastada en algo distinto del servicio de Dios o el trabajo significaba defraudar o robar a Dios. Además, los calvinistas estaban obligados a abstenerse de aquellas formas de hacer dinero faltas de escrúpulos que los católicos empleaban sin darles importancia, tales como la piratería, especulaciones coloniales, arrendamientos de cargos e impuestos operaciones de crédito con príncipes y monopolios. Estaban obligados a gastarse el dinero por procedimientos intensivos, por la explotación racional de las condiciones del mercado por las manufactura, y en ésta por mejores técnicas y acortamientos del proceso de producción. Cuando consideramos que estos santos profanos se obligaban a la mayor frugalidad y el aumento de la propiedad, que ponían en los negocios toda su vitalidad y celo religioso que los puritanos que vivían bajo los regímenes hostiles de Francia, Holanda e Inglaterra no podían ocupar cargos en la vida pública y dependían por entero del comercio, podemos imaginarnos por qué se vieron impelidos a promover el desarrollo de la industria, de la técnica y el capitalismo.
El capitalismo moderno, el estado de ánimo capitalista, se desarrolló y expandió a partir de esta constitución económica. No fue creada por el calvinismo, pues –como vimos- surgió de las condiciones especiales que imperaban en la ciudad artesanal alemana, pero el espíritu del calvinismo le dio su impulso decisivo de modo que se extendió e intensificó hasta dominar en Inglaterra y Norteamérica y mas tarde en todo el mundo. En el curso del rápido desarrollo económico el motivo religioso fue desplazándose en menos cabo gradual. Durante algún tiempo persistió en forma de un código moral de honestidad, pero con la avalancha creciente de la competencia y de las oportunidades que se le presentaban con la despersonalización cada vez mayor de la empresa, sólo quedó el simple esqueleto de la forma de vida puritana: la supresión de todos los impulsos humanos subjetivos —devoción por nuestros semejantes o por uno mismo—, y los placeres de la vida, la actividad profesional per se y el ritmo afanoso del trabajo. Al final, el poder y la gloria de Dios quedaron sustituidos por el poder y la gloria de los bienes. El resultado de ello fue el hombre capitalista, que ya no disfruta de su existencia como individuo, que ya no disfruta de los resultados de su trabajo, si no que consume su fuerza y sus energías en empresas gigantescas e impersonales. La empresa se convirtió en la ética de la vida. La trascendencia económica del individuo estaba completa.La estructura y el orden social de los pueblos anglosajones se ponen de manifiesto en la constitución religiosa calvinista. En el aspecto social el calvinismo, lo mismo que el liberalismo anglosajón, significa individualismo bajo protección colectiva, competencia individual salvaguardada por un gobierno autónomo. Significa un comienzo democrático y un comienzo aristocrático. El gobernante divino calvinista no reconoce diferencias de rango entre los hombres, sino sólo una diferencia de calidad, de predestinación individual que se manifiesta en la eficacia de la labor de las personas. Cuando colocamos en el lugar del gobernante divino al gobierno democrático que en teoría considera a todos los ciudadanos y que estos compiten en condiciones de igualdad y se destacan los unos de los otros por sus aptitudes naturales y eficacia personal, tenemos la estructura ideal de la democracia inglesa y norteamericana. En Inglaterra, esta democracia estaba algo atemperada por tradiciones feudales y monárquicas y por un desarrollo inicial que sigue líneas nacionales. En Norteamérica la democracia se desarrollo en su forma cabal desde el principio mismo.Sin embargo, existe una diferencia neta entre el calvinismo original, el calvinismo de la comunidad de Ginebra y el calvinismo posterior de la diáspora que estaba afectado por sus condiciones políticas y sociales desacostumbradas y que, además, sufrió la influencia anabaptista. Este último calvinismo fue el que formo la democracia anglosajona. Como Calvino pretendía el predominio de la religión sobre toda la vida humana, la reforma y la revolución del orden social y la comunidad política resultaban corolario de su doctrina. Quería crear una comunidad de hombres puros y santos, una comunidad de elegidos. La importancia revolucionaria y política de sus pretensiones no podía dejarse sentir plenamente en su parroquia de Ginebra, que había sido independiente y reformada antes de que él llegase y personalmente se sentía inclinado a ser autoritario y aristocrático. Hasta la diáspora el control sobre todos los aspect6os de la vida no condujo fatalmente a la revolución política.
En la comunidad de Calvino no había sacerdote. Cada cual debía ser su propio sacerdote. La Biblia, en su interpretación literal, fue código civil. La parroquia de Ginebra no era democrática en modo alguno. Estaba gobernada por ministros y presbíteros. Los doce presbíteros, correspondían a los doce apóstoles, eran nombrados eran nombrados por los consejos aristocráticos con ayuda de los ministros.
La difusión del calvinismo produjo efectos revolucionarios en toda Europa occidental y en el curso de estas revoluciones la democracia moderna se desarrollo paso a paso. En Holanda, que pertenecía a los Habsburgo españoles, la actividad de los anabaptistas desafió y despertó a la Inquisición, pero las fuerzas calvinistas fueron las que encabezaron la revolución. Dirigidas por Calvino y ayudadas por los refugiados franceses, se organizaron por todo el país comunidades calvinistas, que llegaron a ser centros formidables de resistencia y condujeron la guerra de liberación que desato a Holanda de la dominación española, estableció la republica Holandesa e hizo del calvinismo la religión oficial. En Francia, las comunidades hugonotes con su constitución presbiteriana en las que los presbíteros eran elegidos por la comunidad, formaron en secreto unidades independientes que tenían tendencias republicanas. El Palatinado se hizo calvinista y, como consecuencia, llegó a ser la fuerza protestante directora de la primera fase de la guerra de los treinta años. En Escocia, el movimiento protestante, bajo la dirección de John Knox, que se hallaba en estrecho contacto con Calvino, derrocó al gobierno de Maria Estuardo y también el calvinismo llego a ser la religión dominante. Inglaterra, situada entre Holanda y Escocia, ambas protestantes, tenía que convertirse en el escenario de esta lucha decisiva. Aquí se decidió el destino de la causa protestante. Esta lucha fue a un mismo tiempo una lucha contra la monarquía absoluta y más que eso, pues en ella nacieron la nacionalidad y el carácter ingles de hoy. En la fricción entre los elementos románicos y germánicos de que está compuesta, alcanzó su forma definitiva. La nacionalidad Inglesa no surgió completa sino después de este tormentoso periodo, cuando todo se hubo aplacado, a fines del siglo XVII. Y se terminó de formar al mismo tiempo que la democracia se establecía por vez primera.

Transcripción: Lemuel Reyes

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